Moraleja.
La amistad es un alma que habita en dos cuerpos, un corazón que habita en dos almas.
Arístoteles.
Abrí los ojos muy lentamente
pero el sol me hizo entornarlos y miré a mí alrededor. Estaba tumbada sobre mi
cama y el rostro de mi padre se me presentaba a unos milímetros, entonces me
percaté de que me estaba tomando las pulsaciones, mientras otro hombre con
gafas, robusto y cabello canoso me quitaba una cinta que anteriormente me había
estado presionando el brazo, pude deducir que era el médico de cabecera de mi
padre. El hombre me sonrió.
-Nos has dado un buen
susto.-dijo con tono sosegado.- ¿Recuerdas lo qué ha pasado?
-Está todo borroso.-dije con
voz tímida.
Mi padre me miró complacido y
luego salió hablando con el médico en voz baja, me incorporé en la cama y miré
al frente que es donde estaba mi armario, y observé mi rostro en el espejo.
-Otra vez…-Los ataques de asma
me suelen venir de repente y luego no me acuerdo de lo que ha pasado.
Salí de mi habitación y vi a mi
madre que estaba desayunando en la cocina.
-¿Cómo estás?-me preguntó.
-Bien aun que no logro recordar
qué sucedió anoche.
-Vino un amigo de tu
padre.-dijo mi madre-Y por lo visto te dio un susto o algo así. No te
preocupes, no pasó nada fuera de lo normal.
¿Nada fuera de lo normal?
Entonces debían ser mis sueños, porque yo recordaba a un chico con una pistola
y a partir de ahí todo se tornaba borroso.
Me duché y salí a dar una vuelta.
El día estaba soleado, así que
me puse mis chanclas y un peto vaquero corto sin mangas y el cabello recogido
con una pinza, era la única persona de toda mi familia que no utilizaba ropa de
marca ni se pringaba con kilos de maquillaje, mi cutis era suave, como mucho
podía ponerme lápiz de ojos y una capa de maquillaje de mi tonalidad de piel,
pero no más. De hecho me asustaba cuando había reuniones familiares, las
mujeres y chicas de la familia no hacían más que echarse colorete, perfilador,
rímel, y más y más colorete, a veces se pasaban y yo me tenía que tragar la
risa, porque más que provocativas estaban patéticas y ellas se veían como
modelos de pasarelas pero lo que yo no alcanzaba a entender cómo era que a los
hombres de la familia les fascinaba todo aquello.
Anduve por las calles y me
senté en el columpio del parque de Calle Santuario, era una calle perdida,
apenas nadie vivía por allí, a la gente le daba miedo hasta oír hablar de ella,
más que nada por las leyendas urbanas, pero yo hacía caso omiso de las
habladurías, desde siempre me gustaba ir a aquel parque, no por los columpios,
si no por el silencio, era un sitio en el que poder relajarse o dejar la mente
en blanco, silencio, silencio y más silencio, tras las tardes de discusiones en
mi casa, tras las disculpas constantes de la que era mi mejor amiga y las
incesantes preocupaciones de mis profesores sobre mis ataques de asma.
En aquel parque podía ser yo
misma, sin máscaras, sin intentar mostrar una sonrisa forzada y sin ni si
quiera hablar cuando necesitaba relajarme.
Oí unos llantos, me giré y vi a
una chica sentada en el suelo, lo que más me llamó la atención de ella era su
melena pelirroja.
Nos quedamos mirándonos un
instante.
-Si quieres.-dije.-puedo
escuchar.
Hubo minutos y minutos de
silencio en los que solo se oía como la chica inspiraba sorbiendo mocos por la
nariz.
-Siempre es igual, me promete
que va a cambiar y nunca cambia, siempre vuelva a pasar lo mismo.-Me quedé
mirándola un momento.-Siempre acaba enrollándose con otras.
-¿Puedo contarte una
historia?-le pregunté. Ella asintió y se sentó en el columpio que estaba a mi
lado.
No muy lejos de aquí, en una
fachada bien mostrada a la sociedad, vivía un buen mozo que decían que era el
mozuelo perfecto para cualquier moza de buen calibre.
El mozo se presentó a una moza,
no era rica, tan poco pobre, pero había sido maltratada por su padre desde que
era chica.
-Mi padre-le dijo la moza al
mozo- pegaba a mi madre desde antes que yo naciera, ya después me pegó a mí y
la mató a ella de un mal golpe.
El mozo y la moza se hicieron
buenos amigos, pero ni entre los ángeles son todos ángeles ni entre los
demonios todos demonios.
Un día discutiendo, al mozo se
le fue la mano y le pegó una pequeña guantada, la moza tuvo que echarse
maquillaje durante varias semanas y él se disculpaba a todas horas mientras le
regalaba rosas y más rosas.
Luego volvió todo a la
normalidad pero volvieron a tener diferencias y esta vez en lugar de una
guantada, el mozo le pegó un puñetazo, el mozo le pidió perdón llorando y le
regaló miles y miles de rosas de todos colores, aromas y significados.
Ella una noche mientras se
desmaquillaba el ojo morado recordó como la noche en que su madre murió le dijo
así: “A quien te lástima, consiéntele una vez, pues si vuelve a repetir lo hará
una y otra vez, si vez que no cesa este mal y que se te irá todo el bien, pues
aléjate del que te daña, miente o hiere, pues cuando se cansé te matará. Nunca
olvides estas palabras ya que yo lo hice, no se aprende del mal ajeno, pero has
vivido más de lo que corresponde.”
La moza llamó a la guardia del
pueblo y les contó lo que estaba sucediendo, ellos la protegieron, pero poco
después el mozo se volvió a enamorar pero la que fue su mujer no manifestó su
miedo y su dolor, acabó con una corona de flores en una tumba del pueblo, la
primera moza seguía enamorada del mozo y cuando lo veía por la calle él la
miraba con resentimiento, las miradas le herían constantemente, pero conoció a
un mozo que la supo valorar, respetar y que nunca intentó dañarla.
-Con todo esto solo quería
decirte, que puede que te duela, pero que deberías intentar olvidarlo.
-¡No! ¡Tú no lo entiendes!
¿Alguna vez te han puesto los cuernos?-dijo la chica mientras se alejaba.
-¡Sí! ¡Y me los puso con la que
yo creí que era mi mejor amiga!
La muchacha pelirroja se dio
media vuelta y se volvió a sentar a mi lado, estuvimos un rato en silencio.
-Me llamo Dulce.
-Yo soy Natalia, me puedes
llamar Naty.
-¿Cómo te enteraste de qué te
la estaba pegando?
-Me presenté en casa de mi
amiga porque sospechaba que mi novio me estaba engañando, y me encontré con que
así era, pero lo que yo no me esperaba era que fuera con ella. ¿Y tú?
-Me dice que se va con los
amigos a jugar al billar o a dar una vuelta y cuando lo beso pues noto un sabor
que no es el de él, una noche lo seguí, se iba al puerto a enrollarse con todas
las que pudiera y con más.
Nos quedamos en silencio sin
saber qué más decir.
-Ahora he quedado con mi
hermano y con sus amigos. ¿Quieres venirte? Aviso, somos todos latinos.
-A lo mejor les molesta que
vaya.-dije.
-No si vienes conmigo.
-En ese caso vale-me dejé
convencer.
menos mal que fue un sueño... pero que raro y real....
ResponderEliminary ahora se va con uno que acaba de conocer en el parque??
¿Un sueño...? Qué extraño. Me pregunto por qué soñó con eso, entonces...
ResponderEliminarQué bien que haya encontrado alguien con quien "compartir sus penas", digamos. Una rara forma de hacer amigas, seguro, pero no mala. Y el "cuento" de Nat es muy cierto, sin duda.
Hm... No hay duda de que se va a encontrar con el chico otra vez, estoy seguura.
Me está gustando mucho esta historia, te sigo y ahora me paso por el resto de los capítulos :).