Dulce.
Nada de lo que me pasaba se lo podía contar a nadie, y
menos a ella. Algo le iba a pasar, pero no sabía con seguridad el qué.
Puede que ella lo supiera porque yo se lo notaba en su
mirada, pero no podía ayudarla.
Todo era demasiado complejo y a la vez simple. Podía ir a
la policía y denunciar a mi “familia” pero sabía que no podía, porque la
justicia era una mierda y los dejarían en libertad y en cuanto salieran de la
cárcel irían a por mí sin ningún miramiento y eso ya me lo había demostrado.
Como siempre Natalia tan inocente me preguntó:
- ¿Con qué tiene que ver lo que te
pasa?
-Con
la vida -contesté sin despegar mi cabeza de su hombro.
-Puede que creas que las
personas en las que confías te han mentido y que a los que de verdad les
importas se hayan ido. Puede que veas que todo a tu alrededor es mentira o que
todo el mundo quiere algo de ti. Puede que pienses que nada de lo que te rodea
es realmente para ti, pero habrá alguien que te valore y te enseñe a valorarte.
Porque ese es tu problema, que no sabes lo que realmente vales -lo dijo tan
segura que casi me lo creí, pero aquella noche volvió a mi mente.
-Realmente… no le
importo a nadie -aseguré.
-A mí sí me
importas -dijo triste.
-Pues no debería y si me
dejas que te de un consejo, -dije mientras le miraba fijamente -no te acerques a
mi gente, quieren algo de ti, nunca habían admitido a alguien que no fuera
latino, así que es raro, muy raro. Por favor, prométeme que no confiarás en
nadie ciegamente y no harás nada que realmente tú no desees hacer.-hubo un
pequeño silencio-Prométemelo.
-Te lo prometo -dijo
agachando la cabeza.
Y me fui dejándola allí.
¿A dónde me dirigía? Ni si quiera yo lo sabía…
Natalia.
No debo confiar en
nadie, y no hacer nada que realmente deseé.
Esta chica es la única
que me ha demostrado lo que sabe y no se lo ha pensado dos veces antes de
hacerlo.
Pero algo no iba bien,
sentía que Dulce había intentado que esto pareciera que era una despedida y si
ella se iba. ¿Quién me quedaría?
Me senté en el columpio
y empecé a balancearme, recordando aquella noche que al principio parecía que era como otra cualquiera.
-Déjame balancearte -me
dijo raúl, mi mejor amigo.
-¿Y por qué no te montas
en el columpio?
-Porque estoy muy
gordo -me quedé mirando sus ojos verdes fijamente y sacudí la cabeza.
-Eres tonto,
enserio -dije con una sonrisa.
Y él empezó a
balancearme en el columpio.
Dulce.
Solo hay una cosa que si
haces no se puede volver atrás para cambiarla.
Natalia.
Paró el columpio con sus
brazos y me cogió de la cintura. Empezó a besarme en el cuello.
-Raúl, -dije, - eres mi
amigo, nada más -pero sus labios siguieron y sus brazos me asfixiaban -
¡suéltame!
-No grites -dijo
mientras me tiraba al suelo.
Me sujetó los brazos y
yo mientras me sentía afligida y herida, aparte de la cantidad de golpes que me
estaba asestando.
Vi como la cabeza de Raúl se desequilibraba hacia un lado.
-¿Estás bien?-me
preguntó un chico al que yo no conocía y me tendió la mano para ayudarme a
ponerme en pie -Me llamo David.
El chico empezó a pegar
a Raúl.
-Como yo te vea cerca de
ella, no respondo ante mis actos -fue lo único que dijo el chico al que acababa de conocer.
-Gracias -dije con una
media sonrisa.
-¿Te llevo a casa?
-Te lo agradecería.
¡No, Dulce! Por favor, que no muera... Es una buena chica, y estoy segura de que si siguiese siendo amiga de Natalia, ambas podrían ayudarse, y mucho...
ResponderEliminar¡David! Qué lindo que es, y se tuvo que ir... ¿por qué? No quiero que Nat esté sola...